23 de septiembre de 2010

Cuadernos lusos (III): más Lisboa. Barrio de Belém

Este día decidimos dedicarlo, por la mañana, al barrio de Belem, uno de los más turísticos de Lisboa. Llegamos pronto porque ya nos habían advertido que si te retrasas es probable que encuentres a un montón de gente, así que madrugamos de nuevo y nos vamos en metro hasta Cais de Sodré, donde cogemos el tranvía 15, que te deja justo al lado del monasterio de los Jerónimos.

Fachada principal del monasterio
Este monasterio está considerado por la UNESCO como patrimonio mundial, y no me extraña, porque la única palabra que se me ocurre para describirlo es impresionante, no sólo por lo precioso que es, sino también por su enorme tamaño. Decidimos empezar primero por visitar el claustro, que creo que es lo que más me gusta de todo lo que finalmente vimos en Lisboa. Las columnas y los arcos de sus dos plantas tienen tantísimos detalles que te podrías pasar horas contemplándolos; no llegamos a tanto, pero sí que le dedicamos un buen rato.

Claustro
Alrededor del claustro hay varias salas como la capitular, el antiguo refectorio o la capilla, y en el centro un pequeño jardín con una fuente. Después del claustro visitamos la iglesia, que también me gusta mucho aunque aquí ya hay bastante gente y el recorrido lo hacemos algo más rápido que el anterior. Además, no consigo entender que haya tantísima gente que no sea capaz de guardar silencio en un sitio así, con lo cual en cuanto empieza a subir demasiado el volumen de las voces me entran los agobios y no tardamos mucho en salir de allí. A la salida ya sí que hay una marea humana esperando para entrar, y eso que no son ni las 12 del mediodía...

Enfrente del monasterio, cruzando un pequeño parque, llegamos al monumento a los descubridores. Se encuentra situado justo a orillas del río Tajo, y se construyó como homenaje a quienes llevaron a cabo grandes descubrimientos por mar (junto a la entrada hay en el suelo una rosa de los vientos).

Detalle del monumento a los descubridores
Se puede acceder al interior y subir al mirador, desde donde se contempla el río, el monasterio, el puente del 25 de abril, la torre de Belem y hasta el estadio de los Belenenses. También puedes entrar a ver el audiovisual que hay sobre la historia de Lisboa.

Después de visitar el monumento, por el mismo paseo caminamos un poquito más hasta llegar a la torre de Belem, que es otra de las cosas que más me gusta de Lisboa, aunque hay opiniones para todo y también he oído a gente decir que se puede pasar perfectamente sin visitarla. El edificio tiene seis pisos y fue utilizado como centro de recaudación de impuestos, y también como prisión.

Torre de Belem
Por aquí también estamos un buen rato, recorriendo todas las plantas y los miradores; la única que no podemos ver es la última, porque para subir hasta ella hay que hacerlo por una escalera de caracol, estrechísima y un poco agobiante. Y, para variar, hay gente que se cree que está sola en el mundo y no hace ni caso a las indicaciones que dicen que tienen preferencia los que bajan. Así que entre la cantidad de gente que hay y que aquello tiene pinta de terminar mal, nos dejamos sin ver el último piso.

Después de visitar la torre paramos a comer por allí, en el paseo que va paralelo al río. Vemos un restaurante que por la pinta nos queda claro que seguro que nos clavan, pero decidimos darnos un homenaje de todas formas. El lugar en cuestión se llama Já Sei, y creo que en mi vida he probado una lubina tan espectacular, ni he visto un chef tan atento y tan profesional.

Otro sitio que todo el mundo dice que no te puedes perder si vas a Lisboa es la pastelería Belem. Pasamos por la puerta pero hay una cola tremenda, y como los pasteles de Belem los hemos visto en otros sitios, pensamos que tendremos oportunidad de probarlos. Al final volvemos de Portugal sin haberlos probado, así que ya tenemos otra cosa más para la próxima visita.

Parque de Eduardo VII
Ya por la tarde, nos acercamos hasta la plaza del Marqués de Pombal y damos una vuelta por el parque de Eduardo VII y su jardín botánico, que están justo al lado de la plaza. Por último, vamos de nuevo hacia el centro y esta vez sí, nos damos un buen rulo en el tranvía más turístico, el 28, que es el símbolo de Lisboa por excelencia.

Ya nos habían advertido que intentáramos no pasar por el barrio de la Mouraria, sobre todo de noche; así que lo que hacemos es llegar hasta allí callejeando un poco, pero esta vez en tranvía, hasta la plaza de Martim Moniz. En esta misma plaza cogemos el metro, que en la línea verde nos lleva directos hasta el hotel. Al día siguiente nos espera Sintra.

14 de septiembre de 2010

Yo amo, tú amás...

Hay que ver... Unas veces lees cosas a las que les faltan tildes, y otras resulta (aunque es cierto que esto es más raro) que encuentras tildes de más. Es lo que les ha pasado hoy a los del ABC, en una noticia que habla sobre la influencia de los ordenadores en las notas escolares:



Lo primero que he pensado ha sido que quien escribía esta noticia era argentino, por aquello del "tú amás". Y lo segundo, en dejarles un comentario para ver si lo corrigen.

A veces no hacen ni caso, como en una noticia de El Mundo sobre chulapos y chulapas de las fiestas de la virgen de La Paloma, en la que escribieron "Rivera de Curtidores" y se quedaron tan anchos, a pesar de que me consta que les llegaron varios comentarios para que corrigieran el error y pusieran "Ribera". En cualquier caso, aunque llegaran a corregirlo, menos mal que quedan los pantallazos como constancia...

10 de septiembre de 2010

¡Y yo con estos pelos!

Ayer recibí un correo electrónico que hizo que me estuviera riendo durante un buen rato; no se trata de ningún monólogo de "El club de la comedia", ni de un archivo en PowerPoint con chorradillas varias, ni nada de eso. Fue simplemente el asunto que le habían puesto al mensaje, que venía de Sorteomanía, una de estas páginas que te envían publicidad de vez en cuando. No os lo perdáis:


Te invitamos a Londres para que presumas de ingles


Tuve que leerlo un par de veces porque no daba crédito. ¿Presumir de ingles? Espero que en Home English enseñen inglés mejor de lo que escriben en español, porque ya me estaba yo imaginando el chiste aquel de la academia barata en la que alguien llama a la puerta para interesarse por los cursos de inglés y la persona que lo recibe le dice aquello de "Between, between".

Eso sí, al menos me estuve riendo un buen rato, no sólo por el asunto del mensaje sino porque también me vino a la cabeza aquella escena memorable de la película "Amanece, que no es poco", que precisamente habla de ingles...

8 de septiembre de 2010

Aquí falta algo...

Hoy he leído en El Mundo una noticia que me ha dejado un buen rato pensando; y no únicamente por el contenido, que ya de por sí no es nada agradable, sino también por la redacción. Otra vez un desliz, de nuevo en un titular, que es siempre donde más llama la atención este tipo de error:


Está claro que en esa frase falta algo; no se puede decir que el detenido confesó el crimen y que lo tiró al río. ¿A quién tiró al río?, ¿al crimen?

No sé si esta vez han sido las prisas o que quien haya redactado la noticia quería poner la máxima información posible en el titular, pero me parece que habría bastado con que dijera que lo que el detenido tiró al río eran los restos. Por lo menos en el texto de la noticia queda todo un poco más claro, pero desde luego con el titular se han lucido...

Cuadernos lusos (II): primeros pasos por Lisboa

Al día siguiente nos levantamos temprano y cogemos el metro; nuestro hotel está al lado de la estación de Campo Grande, por la que pasan la línea verde y la amarilla, y en unos veinte minutos nos plantamos en la plaza del Comercio para comprar nuestra Lisboa Card y empezar la visita a la ciudad cuanto antes.

plaza del Comercio
La plaza del Comercio, antiguamente, era la entrada principal de la ciudad por vía marítima (y ahora supongo que lo seguirá siendo, porque entre otras cosas vemos a un grupo de marineros de la flota rusa del Báltico...). Tiene en el centro una estatua ecuestre de José I, y un gran pórtico por cuyo arco se accede a la Rua Augusta, una de las zonas comerciales de Lisboa.

Salimos por el pórtico de la plaza hacia la Rua Augusta. Para moverse por Lisboa, lo mejor es utilizar el tranvía 28, que es el más turístico y recorre prácticamente toda la ciudad. Nosotros estos primeros pasos preferimos darlos a pie, que ya tendremos tiempo de coger tranvías. Así que seguimos subiendo hacia la parte alta de la ciudad.

Catedral
La catedral (o la Sé, como la llaman por allí) se puede visitar gratuitamente, y sólo hay que pagar si se quiere ver el tesoro catedralicio, que es como un museo pequeño. La catedral, de estilo románico, es la iglesia más antigua de la ciudad. No es demasiado llamativa ni de gran tamaño, aunque a mí el arte románico me llama (eso sí, no tanto como el gótico), pero me gusta encontrármela allí, en mitad de una curva por la que suben y bajan los tranvías. Además, al verla me acuerdo de una canción preciosa de Dulce Pontes que precisamente se llama Catedral de Lisboa.

Un poco más arriba de la catedral, a la derecha, nos encontramos el mirador de Santa Lucía, que está situado en una pequeña plaza con parterres de flores y terracitas donde poder tomar algo. Tiene justo una parada de tranvía al lado, y también una iglesia que no recuerdo cómo se llama. Desde el mirador, con bancos en los que poder sentarse, se empieza a ver el famoso barrio de la Alfama, un barrio precioso con callejuelas estrechas, escaleras por todas partes, subidas y bajadas (no me extraña que a Lisboa la llamen la ciudad de las siete colinas), balcones con macetas llenas de flores... Por decirlo de alguna manera, este barrio es la Lisboa "de verdad". Es el sitio ideal para perderse callejeando.

Junto al mirador de Santa Lucía, subiendo un poco más, se llega al mirador de las Puertas del Sol, desde el que se ve también el barrio de la Alfama y la iglesia de Santa Engracia. Aquí paramos sólo un momento, pero nos parece que será un buen sitio para hacer fotos preciosas al atardecer, así que lo apuntamos para volver durante alguno de los demás días de nuestra estancia allí. Seguimos subiendo (con calma, porque aún vamos caminando y Lisboa está llena de cuestas) hasta el castillo.

Castillo de San Jorge
En el castillo de San Jorge pillamos un poco de atasco porque ya hay gente en la cola para entrar a verlo, así que nos toca esperar; no mucho, unos 10 minutos o menos. Estamos un buen rato, porque a los dos nos gustan mucho los castillos y allí nos sentimos como si estuviéramos en el abismo de Helm. No tiene habitaciones ni estancias a las que entrar, pero sí se puede subir y bajar por sus escaleras, recorrer sus murallas y contemplar desde allí toda la ciudad. También nos animamos a visitar la torre de Ulises, que es una especie de observatorio, hecho mediante un sistema de espejos y poleas, y a través del cual se tiene una visión de la ciudad en 360 grados, por supuesto en tiempo real. Lo que nos perde es ver el atardecer desde el castillo, que todo el mundo lo menciona como algo imprescindible si visitas Lisboa. Así que otra cosa para la lista de pendientes.

Tras visitar el castillo volvemos a bajar, y como ya es mediodía decidimos parar a comer en el restaurante que hay junto al mirador de Santa Lucía. Después de comer, nos dirigimos hacia la plaza de la Figueira, una plaza bastante grande en cuyo centro hay una estatua ecuestre del rey João I.

Elevador de Santa Justa
Junto a la plaza de la Figueira está el elevador de Santa Justa, otra de las atracciones estrella de Lisboa, que todo el mundo coincide en que no te puedes perder. Este elevador une la Baixa con el Barrio Alto, y fue construido por un discípulo de Eiffel, de ahí su estructura metálica. Hay un poco de cola, así que esperamos un rato hasta que podemos subir. El ascensor en sí es una cabina de madera y puertas con cristal, en plan antiguo. En Lisboa se utiliza como cualquier otro medio de transporte público, así que el billete cuesta 1'70 (es gratuito con la Lisboa Card). Desde allí arriba las vistas son espectaculares, desde el castillo de San Jorge, la plaza del Comercio, la catedral, el río, la plaza de la Figueira, el parque de Eduardo VII... Hay una terracita en la que poder tomar algo, pero estamos un poco apretados y no nos apetece demasiado quedarnos. Aquí lo divertido es bajar, porque ahora mismo no estoy segura, pero juraría que vamos demasiadas personas dentro de la cabina. El caso es que cuando ya casi estamos llegando abajo, aquello se atasca y no hay manera de que vuelva a arrancar. El señor que manejaba el cotarro se harta de darle a la palanca "palante y patrás", pero el ascensor no se mueve. Aprovechando que las puertas tienen cristales, se me ocurre mirar hacia abajo por si acaso, y me quedo mucho más tranquila cuando calculo que habrá como mucho un par de metros hasta el suelo, por si acaso nos toca salir de allí saltando. No sé si esto pasará muy a menudo, pero el señor que maneja la cabina está de lo más tranquilo. Al final la cosa queda en un susto, pero hay varias personas que lo han pasado mal e incluso el ascensorista ha tenido que abrir un rato las puertas para que entre un poco de aire, porque allí no había sitio ni para desmayarse a gusto.

Después del pequeño sustillo, aprovechamos que estamos en el barrio Alto para visitar el museo arqueológico do Carmo, que en realidad son las ruinas de un antiguo monasterio del que sólo se conserva una pequeña parte, incluidos algunos arcos de sus naves. Se mantienen las ruinas sin restaurar, en recuerdo del terremoto de 1755 que destruyó la iglesia. Seguro que tiene que ser una maravilla estar allí dentro en una noche estrellada, pero nosotros no lo pudemos comprobar, porque únicamente lo visitamos en este rato. Quizá para la próxima vez...


Una vez fuera del museo, seguimos bajando y pasamos primero por el mirador de San Pedro de Alcántara, y después por el elevador de Gloria hasta la plaza de los Restauradores. Desde allí vamos a la plaza de Pedro IV, junto a la cual se encuentra la estación de Rossio, desde la que salen todos los trenes de Lisboa.

Detrás de la estación está el barrio de Chiado, en cuya rua Trindade se encuentra la cervejería da Trindade, la más antigua de Lisboa. Allí mismo, en la rua Garrett, hay una escultura del poeta Antonio Ribeiro, O Chiado, y enfrente el archiconocido café A Brasileira, en el que la estatua de Pessoa está siempre rodeada de turistas que se quieren fotografiar junto a él. En Chiado ya sí, cogemos un tranvía porque llevamos un buen tute de andar, y nos dirigimos al último lugar que tenemos pensado visitar este día.

Basílica de la Estrella
Llegamos a la basílica de la Estrella por los pelos, porque falta menos de media hora para que cierren, así que echamos un vistazo rápido. Esta basílica es una mezcla de estilos barroco y neoclásico, y su fachada tiene dos torres iguales y diversas figuras de santos que la adornan. Enfrente de ella hay un parque muy grande que lleva el mismo nombre.

Después de la visita, volvemos a coger el tranvía en dirección a la plaza del Comercio y, desde allí, a cenar y a la camita. Para ser el primer día, ya ha estado bien la cosa...

3 de septiembre de 2010

Que alguien me lo explique

Leo esta mañana, en El País, una noticia cuyo titular habla de un cuadro de Corot que al parecer se había perdido; pero lo que me ha llamado la atención ha sido la entradilla que acompaña a este titular:

Esta entradilla dice lo siguiente:


"Retirada la demanda contra el intermediario que supuestamente extravió
el cuadro en una noche de juerga en Nueva York al conocerse estos antecedentes"


Y digo yo... ¿Puede alguien explicarme qué quiere decir exactamente eso? Porque al leer detenidamente la noticia, te aclaran que la persona que denunció al intermediario retiró la denuncia cuando se enteró de que este supuesto "marchante de arte" ya había cometido fechorías con otras obras.

Sin embargo, al leer esa entradilla, a mí lo que me viene a la cabeza en primer lugar es que este señor extravió el cuadro al conocerse los antecedentes. No tiene mucho sentido, ¿no? Y por cierto, ni una sola coma han usado...

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