11 de febrero de 2012

Cuadernos hispánicos (X): Santillana del Mar

Esta vez no madrugamos tanto como otros días, porque después de la cena tan contundente que nos ha preparado Javieruco la noche anterior en nuestra casa rural, preferimos tomarnos el primer día del año con un poco más de calma. Total, como Santillana lo tenemos a sólo unos 4 kilómetros de nuestra casa, tampoco hace falta emplear demasiado tiempo en llegar allí.

Lo primero que deberemos tener en cuenta es que en Santillana está prohibido acceder en coche, así que hay que dejarlo en el aparcamiento que está a la entrada del pueblo, justo al lado de la oficina de turismo. Se puede aparcar allí por el módico precio de 2 euros al día, aunque esto es sólo en temporada alta, entre marzo y octubre; durante las Navidades es gratuito, aparte de que no hay demasiada gente así que no se llega a llenar ni de lejos, con lo cual no hay problema de sitios.

Empezando por la oficina de turismo, salimos a la calle de la Carrera y la tomamos en dirección a la plaza de las Arenas; con el mapa es muy fácil hacer el itinerario, porque la mayoría de los sitios que hay que ver están en las dos calles principales de Santillana, que son paralelas, con lo cual podemos empezar el recorrido en una de ellas y continuarlo por la otra. Nosotros empezamos por la calle de la Carrera, así que una de las primeras cosas que vemos es la torre de los Velarde, que es de estilo gótico y tiene una estructura con tres plantas. Un poco más adelante, la calle Carrera se convierte en calle Cantón y encontramos a mano izquierda el palacio de Valdivieso, construido durante la primera mitad del siglo XVIII. En esta misma calle, a nuestra derecha, vemos la casa de Leonor de la Vega, que data de finales del siglo XV y principios del XVI, y justo a su lado la casa de los Hombrones, de estilo barroco y llamada así porque en el escudo de armas de los Villa, sus antiguos propietarios, aparecen dos soldados con bigotazo que sujetan una inscripción que reza UN BUEN MORIR ES ONRA DE LA VIDA.

Pasada la casa de los Hombrones, la calle Cantón pasa a ser calle del Río y el primer edificio que encontramos a mano derecha es la casa de los Quevedo que, construida a finales del siglo XVII y unida a la casa de los Cossío, de la misma época, forma en la actualidad una sola vivienda con dos alturas y alberga el museo del barquillero. Enfrente de estas dos casas, al otro lado de la misma calle, se encuentra la casa de los Abades, que fue la residencia de la archiduquesa Margarita de Austria cuando vino a España tras la caída del imperio austrohúngaro. La casa fue construida a finales del siglo XVII, aunque los escudos nobiliarios de su fachada son modernos.

Frente a la casa de los Abades vemos el museo Jesús Otero, que alberga una exposición permanente con las obras del escultor del mismo nombre, natural de Santillana. La exposición está dividida en dos salas, y también tiene esculturas en su jardín. El museo dispone además de biblioteca. Si dejamos atrás el museo Jesús Otero y la casa de los Abades, llegamos al final de la calle del Río, que desemboca en la plaza de las Arenas. Aquí encontramos el edificio estrella de Santillana, la colegiata de Santa Juliana, el templo románico más grande del Cantábrico, en el que se guardan los restos de la santa que lleva su nombre. Lo más destacable de la colegiata es sin duda su claustro, cuyos capiteles están adornados con esculturas de temática muy variada.

Por último, junto a la colegiata tenemos el palacio de los Velarde, construido a mediados del siglo XVI en estilo renacentista. Al volver sobre nuestros pasos y dejar atrás la colegiata, una buena opción es volver a la calle del Río y acercanos a la calle de Jesús Otero (paralela a ella), donde encontramos el museo de la Inquisición, que ofrece una muestra de diferentes instrumentos de tortura que utilizaba la Inquisición española; nosotros no podemos verlo porque en invierno las visitas han de ser concertadas con anterioridad. Después de esto nos dirigimos hacia la plaza Mayor, en la que vemos los siguientes edificios:

La torre de Don Borja, que se construyó en el siglo XV y se amplió en el XVI. Actualmente, después de su restauración, es utilizada por la Fundación Santillana como centro para promocionar la cultura mediante exposiciones temporales. La torre del Merino, que se cree que fue construida en el siglo XIV, y debe su nombre a que era la residencia del representante del rey. Se sigue conservando prácticamente igual que en sus inicios, aunque se le han hecho algunas modificaciones y hoy día también es empleada como centro cultural. Y el Ayuntamiento, que junto con la colegiata es uno de los edificios más conocidos de Santillana.

A continuación de la plaza Mayor comienza la calle del Infante, en la que vemos, a la derecha, las casas de la Parra y del Águila, construidas en el siglo XVI y el XVII, respectivamente, y que fueron adosadas en este mismo siglo. Hoy día, el edificio pertenece a la Consejería de Cultura, Turismo y Deporte del Gobierno de Cantabria, que lo utiliza para organizar en él exposiciones temporales sobre temas variados. A la izquierda tenemos el parador, edificado a finales del siglo XVII y el más famoso palacio de todos los que hay en Santillana.

Por último, y antes de llegar de nuevo al punto de partida, encontramos a nuestra izquierda la casa de los Villa, un perfecto ejemplo de la arquitectura urbana del siglo XVIII. Justo enfrente de ella está el palacio de Peredo-Barreda, perteneciente a esta familia que fue una de las más notables de la villa. Si queremos visitar otro de los lugares estrella de Santillana, las neocuevas de Altamira (ya que las cuevas originales están cerradas al público), deberemos dejar la población y recorrer unos 2 kilómetros hasta llegar a ellas.

Después de esta visita a Santillana nos acercamos a la playa del Sable, en la localidad cercana de Tagle; pero empieza a hacer viento y a oscurecerse el día, así que hacemos allí un par de fotos y volvemos de nuevo a casa para preparar nuestra excursión del día siguiente.


2 comentarios:

  1. Me encanta Santillana del Mar. Me hubiera gustado hacer una visita más en profundidad, pero con un niño pequeño es complicado y además es visita obligada el zoo y queda menos tiempo para la zona histórica.

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    1. Claro, yendo con niños quizá sea más entretenido el zoo. Yo no lo visité...

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